Ayotzinapa

Al momento en el que empezamos a escribir esto han pasado 11 semanas desde ese triste 26 de septiembre (al momento de su publicación han pasado 16 semanas) (Para aquellos que de alguna forma no se han enterado aquí hay un recuento).

Escribir al respecto no es fácil, ¿por dónde empezar? ¿qué hacer con el nudo en la garganta? ¿con el enojo, la tristeza, la impotencia, la desesperación?

Ayotzi-¿quién?.

de: Ale (@pichikamonster)

Desde siempre me he considerado una persona apolítica. Los temas relacionados con el gobierno, sus juegos y sus mañas en mi país y en el resto del mundo me tienen sin cuidado. No me interesa enterarme de las artimañas utilizadas para dirigir al pueblo. Sin embargo, lo que está pasando en este momento en México (en realidad desde el periodo electoral pasado) ha logrado llegar a tocar en lo más profundo de mi ser, la única fibra nacionalista que tengo y es que ¿cómo no moverla cuando estás viendo que el país al que amas está cayendo a pedazos bajo un gobierno absurdo y retrógada? ¿Es que acaso no tenemos memoria y no recordamos la situación que se vivió en este país durante estos 70+ años de gobierno del PRI? La respuesta es no, y eso me duele. Me duele en lo más profundo porque yo, como muchos mexicanos, tengo la esperanza de que este país crezca. Porque creo que tenemos los recursos para hacerlo y creo que tenemos muchísima gente dispuesta a trabajar por ello. Lo que nos falta, claramente, es una buena dirección, y mientras los que nos gobiernan se dedican a robar y asesinar gente a diestra y siniestra, el crecimiento simplemente no puede existir; al contrario.

Sabemos que México está enterrado bajo varias capas de narcotráfico, donde se encuentran involucrados desde jóvenes que la hacen de «dealers» en la calle hasta altos funcionarios del gobierno. Ha sido así por años, pero de alguna manera y en cierta medida, antes estaba bajo un cierto control. Quiero decir, hasta hace algunos años, si escuchábamos sobre muertos y decapitados aún existía este pensamiento un tanto ingenuo «seguramente estaban involucrados. seguramente le debían algo a alguien». Lo que pasó con los 43 estudiantes de Ayotzinapa fue un parte-aguas abre-ojos para la mayoría de la gente, nos trajo a la conciencia colectiva algo que ya estábamos pensando pero que no queríamos exteriorizar: ya nadie está seguro. No tienes que deberle nada al narco para que te maten desaparezcan en este país, basta sólo con ser estudiante e intentar manifestar (pacíficamente, por cierto) ideas distintas a lo que dicta el gobierno actual.

Es la primera vez que me siento cercana a una causa, pensar en la gente que ha salido a marchar y a manifestar su inconformidad me llena el corazón de una calidez inesperada. Aunque yo no sea una de esas personas (no me siento lista para salir a las calles, aunque me gustaría) admiro mucho su determinación y quiero ayudar desde mi trinchera. No quiero vivir con miedo, no quiero ver hundirse a este país en las manos de este gobierno. Quiero ver al México que lucha, que crece y que sale adelante.

No me queda más que compartirles un reportaje de Vice News que relata la historia de los 43 estudiantes desaparecidos. Se los recomiendo mucho y espero que puedan darse el tiempo para verlo.

«Mira tus huesos rotos y tu belleza desfallecer…»

de: Bex (@labruja_cosmica)

Llegué a México hace poco más de un mes y medio. Llegué con una mezcla de sentimientos, por un lado llegué a la expectativa de enfrentar una realidad que me parecía lejana y que solo había podido imaginar a través de las redes sociales y de las noticias tendenciosas que me llegaban hasta el que fue mi hogar por casi dos años. Llegué también ilusionada y esperanzada (quizá demasiado) en que por fin el pueblo despertara, se manifestara y pusiera un hasta aquí de todo lo que ha pasado. Sabía también que este último detalle no sería fácil ni inmediato, lo cual me hacía pensar que yo también podría participar y generar un cambio.

Día a día mi esperanza decae y mi tristeza avanza conquistando un territorio que debía de pertenecer al optimismo. Día con día me encuentro con gente joven que llama revoltosos a quien se atreve a criticar a un gobierno corrupto e impuesto en muchos sentidos, me encuentro gente no tan joven que ha tenido la sangre fría para decir que aquellos normalistas se lo merecían y que critican a sus padres por no haberlos detenido sabiendo que eran un problema. Me he encontrado a aquellos, que como yo, están hartos de vivir con miedo y que de alguna manera buscan levantar su voz y hacer el cambio.

Ya lo hemos dicho y no somos las primeras en hacerlo, el cambio está en nosotros sí y definitivamente no todo es marchar, me parece que lo que hace falta son propuestas y alternativas que complementen ese cambio o esas manifestaciones. Me rompe el corazón que lo siguiente es preguntar ¿a quién se las proponemos? ¿qué diferencia hace que yo proponga algo si nadie está ahí para escuchar? Lo sé, no es fácil, las mejores cosas nacen de su dificultad.

Me preocupa que somos un país tan grande que los gritos de ayuda de tantas personas en la sierra se pierden y no los logramos escuchar hasta la jungla de concreto que es el D.F. Me preocupa que somos tantos que es fácil perder una causa y distraernos con cualquier artilugio o con cualquier festividad venidera. Paradójicamente eso también me da un poco de esperanza, porque dentro de todo, sigo siendo idealista y  creo que la grandeza de este país tiene que resurgir y crear un cambio,  aunque también estoy consciente que esto tomará un tiempo.

No me queda más que poner mi granito de arena, pelear sin bandera partidista por aquello que creo, la justicia, la libertad y la paz… porque yo definitivamente no quiero un país en el que viva con miedo, en donde no puedo salir y conocer tantas bellezas que se esconden y que nos esperan.

«Aunque callen mi voz, el eco permanecerá…»

N.A. El título pertenece a la canción «Volcán» de Café Tacuba.

Puntos sobre las íes.

de: Argen (@petite_argen)

Soy mexicana. Amo a mi país. Y mi país me ha roto el corazón más de una vez. Ayotzinapa no es la primera vez que mi México querido me duele hasta el alma y que me deja un sentimiento de náusea por la crueldad de la que somos capaces los seres humanos, más bien se une a una colección de grietas y huecos que han ido creciendo mientras lo hago yo.

Quizá desde un punto de vista diferente, estos son mis puntos sobre las íes:

Internacional. Pese a las cosas que no me gustan de las redes sociales, sé que son herramientas útiles (cuando las sabemos usar) y que permiten que nos organicemos para expresar de forma multitudinaria nuestro desacuerdo. De lejos se me han llenado los ojos de lágrimas con la pesadilla que parece no terminar nunca, pero también al ver la respuesta de miles para exigir algo que por derecho nos corresponde.  Las redes sociales han ayudado mucho a denunciar abusos y omisiones de nuestro gobierno. En el extranjero, han ayudado a que otros mexicanos se unan y apoyen desde lejos. También han fijado la mirada internacional (a ratos) en México y se ha logrado que a nivel internacional se discuta y se cuestione al país aunque sea un poco. La parte difícil de todo esto es ver que tan fácil un discurso vacío puede cambiar lo que la prensa internacional reporta.

Información. Viviendo lejos, leer para estar informado es imprescindible y de las pocas opciones que hay. Hay muchos textos circulando escritos por personas con más conocimientos en el área que los míos, por lo que no intentaré decirles qué opciones tenemos o qué podemos hacer, solo diré que me parece importante tener varias fuentes con puntos de vista diferentes.

Internet.  Nuestro aliado y nuestra maldición, somos increíblemente propensos a generalizar: Si me critican o me cuestionan están contra mi. Si no marchan no están haciendo nada, si marchan son unos revoltosos. Algunos activistas piensan que con dar RT y Like es suficiente. ¿Quién toma en cuenta la diferencia entre estados? ¿Organizamos marchas por internet, mientras que 3 de 10 personas tienen acceso a internet en todo el país? ¿Cómo los incluimos? ¿Consideramos en las demandas la diferencia entre las necesidades de lugares urbanizados vs. los rurales?  ¡Válgame, hasta si a uno le gusta el fútbol es parámetro crítico cuando uno quiere protestar!

Lo influenciables que somos. ¿Cuántos periódicos se mantienen objetivos cuando escriben sobre el tema? ¿Cuánta gente lee más de una versión? ¿Cuántos retuits y likes (o quejas) reciben artículos con títulos que no van exactamente con su contenido? Incluso los anarquistas, provocadores e infiltrados cuentan con esto para incrementar su presencia durante cualquier manifestación y ver quién se une a sus desmanes por la mera inercia. ¿Qué tan críticos somos cuando leemos a alguien que «esta de nuestro lado»? En relación al punto anterior y considerando la enorme diferencia en educación entre ciudades y zonas rurales, ¿Cómo esperamos que tengan opiniones propias y críticas si apenas tienen educación? Y tristemente, aún cuando (supuestamente) tienen educación, abundan los ejemplos donde nuestro gobierno se escuda en esto y hasta de excusa lo utiliza para cometer más abusos.

Lo fácil que es dividirnos. Aún cuando parece que estamos todos del mismo lado, inconformes con la injusticia e impunidad del país es increíblemente fácil hacer que existan bandos. No falta también quien busca politizar absolutamente todo y culpar a un solo color de lo que sucede. Y para poner la cereza en el pastel, las reacciones más comunes suelen ser agresivas en vez de argumentativas.

Indiferencia. Entiendo que muchos de nosotros estemos cansados de ver a nuestro país así y que estemos frustrados porque las cosas que hayamos intentado hacer antes no hayan funcionado. Nuestras expectativas cuando intentamos ayudar es que los efectos sean a largo plazo, pero desafortunadamente la situación (los políticos, los problemas, nuestras actitudes como sociedad, etc.) lo impiden. Aún así, personalmente creo que siempre es mejor una pequeña ayuda (aunque sea temporal) a nada, aunque no cambiemos permanentemente al país, tal vez le cambies el día a una persona y aveces más. Sin importar si vivimos fuera, por elección o porque no hay de otra, si queremos regresar o no, casi sin excepción tenemos gente que queremos y por la que esperamos que el país mejore en vez de empeorar. Se vale sentirse frustrados y cansados y es decisión de cada quién cómo y cuándo se involucra, pero creo que en lugar de desanimar a alguien que en este/ese momento busca hacer algo más y que algunos ya no están dispuestos a hacer, podríamos usar sus malas experiencias para señalar que se puede hacer mejor en vez de por qué no va a funcionar. Si lo quieren ver así, lo que hicieron al menos le servirá a alguien más como punto de partida en vez de ayudar a que más gente no haga nada. Nadie dijo que ayudar es fácil y salir de la zona de confort para hacerlo menos.

Mensaje incluyente. Este es uno de los puntos más difíciles. ¿Cómo y quién decide qué tomar en cuenta para unificar todas las voces del movimiento? Hay muchas opiniones al respecto. En mi opinión, #TodosSomosAyotzinapa nos es común porque todos hemos sido o conocemos a alguien directamente que ha sido víctima no solo de la violencia que se vive en el país , sino de la IMPUNIDAD. Me he preguntado muchas veces ¿qué pasará si (cuando) se resuelva el caso de los 43 estudiantes desaparecidos? El mensaje actual del movimiento gira en torno a la justicia y resolución de este caso. ¿Cómo podemos cambiar el mensaje para hacerlo más incluyente sin que éste pierda fuerza? ¿O dejaremos de exigir si (cuando) se resuelva? Desde la denuncia de la desaparición de los estudiantes, en Guerrero se han encontrado ~18 fosas comunes, ¿protestamos por ellos también? ¿La guardería ABC? ¿Aguas blancas? ¿Tlatlaya? ¿Cómo protestamos por los ~26 mil (varía según donde se lea) desaparecidos ?

Involucrarse. Confundir protestar con marchar. He leído varios artículos que hablan sobre si cada uno de nosotros cambiamos, podemos cambiar a México (ejemplo aquí). Coincido con algunas cosas, necesitamos urgentemente cultura cívica en el país. ¿Quién ha leído la constitución completa? ¿Qué pasa si Peña renuncia? ¿Cuántos saben quiénes son sus representantes en las cámaras legislativas? ¿Qué opciones tenemos como ciudadanos para exigir rendición de cuentas de nuestros gobernantes? ¿Empezar la limpieza de abajo para arriba o de arriba a abajo? ¿#QueSeVayanTodos? A ciencia cierta, no sé cual sea la respuesta. Sé que en nuestro gobierno, al menos alguien en todos los niveles y todos los colores están comprometidos. Sé que se necesita gente valiente, que proteste y no solo marche. Mexicanos que se INVOLUCREN. ¿Cuántos estamos dispuestos a dejar la zona de confort en la que vivimos para cambiar al país de verdad? No podría decirlo mejor que el tuit de abajo:

 

 

Canta y no llores..

El mundial, como las olimpiadas, nos enamora, nos conquista poco a poco. Vivimos inmersos en colores, ritmos y en la belleza y magia que surge en cada momento que pasa. Es único.

Antes de que empezara el mundial, yo estaba enojada con nuestra selección. No me gustó la manera en la que calificaron y pensaba que no merecían estar ahí. Pensaba incluso que llegarían con trabajos a la segunda ronda y que no traerían nada con qué competir. Sin embargo, al comienzo y como ya lo decía Argen estando lejos de casa, todo se exacerba. Todo huele y sabe a Tu país. En este caso mi México.

Con desconfianza miré el primer partido, grité, me emocioné por cada jugada, patada y canté como muchas otras veces lo hice en el estadio. Con cada jugada que pasó recordé por qué es tan bella esta temporada que llega cada 4 años. La selección hizo su trabajo y lo hizo cada vez mejor. Verlos jugar de maravilla contra Brasil y callar bocas de más de un ingenuo, que como yo, habían preferido ser pesimistas a creer.

Creí una vez más en mi selección. Grité cada falta, cada gol, cada tarjeta. Pedí perdón a mi nacionalismo herido por no haber creído desde el principio. Aún cuando en otros ámbitos soy la primera en defender y creer en que México puede ser más, y lo va a ser.

Estaba asustada, pero creía en el México que se para digno en la cancha sin importar si se enfrenta contra un campeón del mundo o no. El nerviosismo se sentía desde las 10 de la mañana en nuestra casa. Los colores y sabores de México aparecieron insistentes y hasta hoy, en la tristeza y en la cruda, siguen aquí. Y seguirán.
Ayer resonó en mi mente una vez más esa odiada frase ‘jugamos como nunca, perdimos como siempre’. La odio porque representa justo el punto pesimista que me inundó en un principio. La odio porque ayer México se paró y demostró tener presencia del nivel al que el mundial nos acostumbra y nos hace esperarlo con ansias cada 4 años. Jugó como nunca, nos hizo vibrar. Nos hizo creer, la sentimos cerca, muy cerca. Pero no, no perdieron como siempre. Perdieron peleando hasta el último momento; perdieron, por errores que no fueron los de siempre y que hasta al más hábil le sucede. Perdieron con la frente en alto.

Traigo un nudo en mí. Me dolieron esos últimos 5 minutos. Esos minutos que nos separaban de romper con el maldito fantasma que nos acecha desde hace 20 años.. Esta vez no fue Argentina o Estados Unidos, esta vez fue Holanda. Se une a la lista que reafirma nuestro fantasma.

Quizá sea mala mexicana por no creer desde el principio y de todos modos festejar la victoria,  quizá sea el doble de mala por empezar sin creer y después llorar amargamente la derrota de ayer. Quizá, me dirán villamelona y creerán que soy de las que dicen ganamos pero se amarga diciendo que perdieron, aún cuando está muy lejos de ser así.

Pero hoy, aún en la tristeza y la desazón, aún apoyo a mi México que me hizo vibrar, me hizo creer de nuevo, me hizo cantar y me hizo recordar qué bonito es ser mexicana.

Gracias selección por dar todo y darme una lección de vida.

El Síndrome del Jamaicón

¿Qué nos pasa a los mexicanos fuera de México? Con este ambiente mundialista, alguien se preguntaba por ahí: por qué no somos tan nacionalistas cuando estamos en México como cuando estamos fuera de él. Bien decía Ale que viajar nos cambia. Y aprovecho que estamos en pleno Mundial para recordarles la anécdota del síndrome del Jamaicón.

José ‘El Jamaicón Villegas’ fue un futbolista mexicano que después de que la selección recibiera una goliza frente a Inglaterra (8-0) declaró que no había podido jugar bien ‘porque extrañaba a a su mamacita, que llevaba días sin comer birria y que la vida no era vida si no estaba en su tierra’. Durante otra eliminatoria, después de escaparse de la cena le explicó a su entrenador por qué no había cenado: ‘Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos. Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son.’

Éste es mi primer mundial fuera de México, aunque no la primera vez que vivo fuera de él. Esta es la segunda ocasión que vivo lejos de mi México lindo y querido, la primera venía preparada con una botella de Valentina, habanero, dos latas de rajas y unos frijoles.  No repararé en detalles, pero basta decir que esta vez tuve que pagar sobrepeso en mi maleta para traer toda la comida que quería y que ni así fue suficiente. También he de confesar que he aprendido o he intentado cocinar más cosas mexicanas desde que estoy fuera. En la medida de lo posible, busco sustitutos o ingredientes que me hagan recordar un poco a mi querido país. Pregúntenle a cualquier persona que haya intentado una dieta donde le prohiban comer tortillas la tortura que es. Imaginen no poder saciar un antojo por cualquier alimento rico en vitamina T (y ni me pidan elegir entre una simple tortilla, tacos, tortas, tlacoyos, tlayudas, tamales y cualquier otro que usted, amable lector, quiera agregar a la lista) o no tener limón o salsa a la mano para darle sabor a su comida.

Estando fuera tendemos a buscar más las cosas que tenemos en común entre mexicanos (y con otros latinos) que pelearnos por nuestras diferencias. Ver jugar a la selección es estar un paso más cerquita de México, aunque no te guste el futbol. Las cosas que suelen separarnos estando en México no son un motivo suficiente para distanciarnos estando fuera. Solemos ser más pacientes y tolerantes con cosas con las que no estamos de acuerdo porque ese alguien es como nosotros. ¿No sería lindo si supiéramos hacer eso estando en México?

Recuerdo perfectamente la primera vez que volví a México después de una larga ausencia; la primera parada a unos 30 minutos del aeropuerto fue un plato de Pozole. No hace falta decir que lloré con mis primeros tacos al pastor. Y no sólo es la comida. ¡Cuando uno está fuera extraña tantas cosas que estando en México damos por sentado! ¡La familia y los amigos! ¡El sentido del humor! ¡La lindura de nuestro idioma! ¡La belleza de nuestras ciudades! ¡La música! ¡La increíbe riqueza cultural! ¡Nuestra historia!

Darse cuenta o reafirmar que amamos a nuestro querido México (estando a la distancia o no) no tiene por que volvernos ciegos. Quizá es una forma simplista de verlo. Los problemas que tenemos no desaparecen porque no estemos ahí o porque no los veamos diario, pero nos dan cierta distancia para verlos desde otra perspectiva y un sentimiento de necesidad por cambiarlo. No sé ustedes, pero estando en México me quejaba mucho de muchas cosas. Estando fuera recordé el México que siempre he querido. Dejé de definirlo en términos de políticos y problemas y lo vuelvo a ver con todas las cosas increíbles que tenemos, más los (muchos) retos y oportunidades. Dejé de quejarme, porque ahora pienso en qué cosas puedo hacer para cambiarlo, porque creo que no debemos dejar que todo dependa de los políticos. Tal vez es indispensable viajar para padecer el síndrome del Jamaicón y recordar las cosas buenas que no podríamos ver de otra manera. Me encantaría que fuera contagioso para llevar un poco de esto de regreso a México.

¿Y a ustedes qué les ha hecho padecer este síndrome?